Cuando el investigador se plantea que su tecnología académica puede ser convertida en un producto o servicio y que el medio elegido para ello es crear una spin-off, desde la institución se inicia un proceso de transferencia tecnológica en el que intervienen distintos jugadores e intereses. Los intereses de los jugadores convergen y divergen a lo largo del proceso de transferencia y, muy a menudo, el investigador no tiene claro en qué lado de la cama está cada uno en cada etapa, parafraseando el título de una película de hace algunos años.
Los jugadores están claramente identificados: las personas físicas representadas por el investigador y el personal de la unidad de transferencia como ejecutores del proceso, así como dos figuras jurídicas, que son la institución de origen, a la que pertenecen tanto el investigador como la unidad de transferencia, y la spin-off creada como destino final de la tecnología transferida, de la que el investigador es fundador, generalmente con la participación de la entidad como socio minoritario.
En la etapa inicial ambos jugadores ‘fisicos’ – investigador y personal de unidad- están en el mismo lado. El personal de la unidad informa y guía al investigador: se evalúa un potencial de mercado de manera preliminar, la conveniencia o no de crear empresa, si existe patente, la necesidad de crear un plan de negocio, el interés o no de la institución en participar y a veces inclusive en cómo y que se necesita para crear la empresa… Además de todas las aprobaciones necesarias de los distintos órganos de gobierno de la institución según los procedimientos internos definidos en cada caso.
Si todo este proceso fluye, con sus más y menos, porque se trata de un proceso complejo y largo, se llega a la constitución real de la spin-off y a la negociación de la transferencia tecnológica y cesión de la misma a la nueva empresa. Y este es el punto de inflexión, de estar en el mismo lado, se pasa a estar en lados distintos. Del acompañamiento se pasa a la negociación.
En la etapa de negociación, los jugadores ‘físicos’, investigador y personal de la unidad de transferencia, pasan a representar a las distintas entidades jurídicas -la spin-off y a la institución respectivamente-, que son independientes entre sí y que defienden distintos intereses.
El investigador debe ponerse el gorro de spin-off y por lo tanto su objetivo es conseguir que el acuerdo de transferencia no suponga un lastre económico a corto (obligaciones de pagos iniciales y asociados a hitos cercanos desproporcionados) y largo plazo (regalías futuras directas o de sublicencias) para la empresa, ni tampoco en obligaciones con la institución más allá de las derivadas de ser socios. En la mayoría de casos, el investigador pasa a defender la empresa sin entender el contexto de negociación ni las consecuencias de las cláusulas de acuerdos que se le proponen, y en el que sus anteriores aliados y referentes están al otro lado de la negociación.
Para el personal de la unidad de transferencia, la situación puede ser compleja. Este personal representa a la Institución y su objetivo es conseguir retorno económico y reputacional para dicha institución, más allá de que la transferencia se realice a ‘su’ spin-off.
Esta negociación puede llegar a ser desalentadora si una o ambas partes asumen expectativas no realistas, sumado a procesos generalmente muy lentos, discusión de cláusulas…. Y generar una situación personal tensa para personas que seguirán en muchos casos compartiendo institución si parte del equipo investigador continúa en la entidad.
Por ello es importante que el investigador se asesore para la negociación. Afortunadamente hoy en día existen bastantes emprendedores que han transitado este camino antes y podrán entender y aportar ideas y contactos de asesores para que el investigador entienda que negocia, los márgenes habituales y las cláusulas más comunes, lo que redundará en beneficio de una negociación fluida.
Una vez hecha la transferencia a la spin-off parecería que el proceso ha terminado. Pero la realidad es que en estos primeros pasos de la empresa ambas partes suelen seguir la mentalidad simbiosis-tutelaje, en lugar de la mentalidad sinergia-partners que deberían mantener. Es lógico que el entorno del que ha surgido la tecnología sea un buen punto inicial de colaboración científica. Se comparten laboratorios y se realiza investigación sin diferenciar medios de la institución respecto de la empresa, se piden subvenciones que se tramitan en unidades de transferencia….confundiendo otra vez los lados de la cama, ya que todo ello puede dar lugar a problemática futura y confusiones para la reivindicación de la propiedad industrial generada en esta transición. Ambas partes deben cortar el cordón umbilical y negociar acciones futuras -como firmar un contrato entre la spin-off y la institución por el alquiler de unos laboratorios y/o recursos de investigación- como si se tratara de cualquier otra empresa que requiere un servicio a la institución.
Y resalto especialmente este último punto, ya que pertenecer como socio minoritario a una empresa tiene unos derechos claramente estipulados por la ley societaria, que no incluye el tutelaje del emprendedor ni la spin-off, aunque sí, el derecho a la información sobre la evolución de la empresa, como cualquier otro socio, más allá de los derechos de auditoria por los retornos estipulados en el contrato de transferencia tecnológica.
¿Obvio? Quizá sí, pero en unos sistemas de transferencia en que la mayoría se han creado en los últimos diez años, con mucha buena voluntad, pero bastante inmadurez por falta de recorrido, los que llevamos años en esto, detectamos mucha confusión en identificar de qué lado de la cama se encuentra cada uno en cada etapa.
Dra. Marta Príncep
Directora de Innovación y Emprendimiento de BELLAVISTA