La tendencia alcista a impulsar la creación de las llamadas spin-offs, nuevas empresas de base tecnológica o científico-técnica surgidas de las universidades, centros de investigación, centros tecnológicos, etc., se ha convertido en los últimos años en un mecanismo clave para la transferencia tecnológica hacia el sector productivo y hacia los mercados. La creación de spinoffs proporciona una alternativa viable y rentable para la comercialización de los resultados obtenidos de la actividad investigadora, generando ciertas ventajas respecto otros mecanismos existentes. Por una parte, los investigadores pueden seguir desarrollando y optimizando la tecnología hasta alcanzar el producto final, el cual se introducirá en los mercados para su comercialización. Por otro lado, la universidad o centro de desarrollo obtiene retornos económicos vía contratos de transferencia tecnológica o bien por la participación directa en el capital social de las mismas. Y, por último, la sociedad se beneficia de las oportunidades de las nuevas tecnologías emergentes, de la generación de empleo cualificado y de los beneficios asociados a los novedosos productos desarrollados.
Los factores de éxito de este tipo de empresas dependerá de los siguientes aspectos: 1) haber desarrollado una tecnología disruptiva, competitiva y consistente, 2) que la tecnología esté protegida o se pueda proteger, 3) involucración y liderazgo tecnológico de los investigadores promotores, 4) haber detectado oportunidades de mercado para orientar la comercialización de los productos, 5) que el proyecto de futuro demuestre viabilidad empresarial, 6) creación de un equipo multidisciplinar, y 7) conseguir la financiación necesaria para llevar a cabo el su plan de negocio.
Sin embargo, tras la decisión de emprender, esto implicará inmediatamente la necesidad de conseguir recursos financieros para acometer sus objetivos tecnológicos y empresariales. Debido a que las spin-offs tienen un perfil científico-técnico, suelen tener el apoyo de sus universidades o centros de desarrollo, entre otras instituciones públicas, para obtener los primeros recursos vía fondos subvencionados, préstamos con condiciones especiales, proyectos de desarrollo específicos, etc. La obtención de estos recursos suele estar vinculados a la I+D+i, creación de prototipos pre-comerciales o industriales, mejoras tecnológicas, etc.
No obstante, la creación de una nueva empresa implica gastos adicionales, tales como gastos operativos recurrentes, contratación y creación de un equipo ejecutivo multidisciplinar, inversiones en activos, asesoramiento jurídico, financiero, etc. Todas estas necesidades de inversión deben ser cubiertas o bien con los ingresos generados de las ventas o prestación de servicios del propio negocio, o bien se deberán cubrir con otros recursos financieros hasta que la propia empresa sea económicamente autosuficiente. Por consiguiente, podría ser éste un buen momento para que la spin-off plantease la entrada de un socio inversor como compañero de viaje en su aventura empresarial.
Mi experiencia profesional en capital-riesgo y mi participación en diferentes perfiles de fondos, me han dado una visión muy amplia respecto a este tema. Dar entrada a un socio inversor no es sencillo y en ocasiones, no hacerlo correctamente puede conllevar desacuerdos o futuros conflictos que obstaculizarán el buen funcionamiento de la compañía y relación entre los socios. Añadir que tampoco es fácil convencer a un inversor cuando la compañía se encuentra en fases iniciales debido a los altos riesgos tecnológicos y empresariales asociados.
Por estos motivos, desde la spin-off vale la pena estudiar los diferentes perfiles de inversor y valorar el más adecuado basándose en la estrategia futura de la compañía. Para ello, se pueden diferenciar según sus perfiles, anoto los más destacados:
Inversor profesionalizado y regulado: si es nacional está vehiculado a través de Sociedades o Fondos de Capital-Riesgo (SCR o FCR), los cuales se encuentran autorizados y regulados por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Sin embargo, si es internacional se vehicula con entidades similares en sus correspondientes países. En general es un inversor a medio y largo plazo y por un tiempo limitado. La implicación del mismo en las empresas participadas dependerá de la política de actuación de cada vehículo, vale la pena mencionar que algunos de ellos tienen como objetivo aportar valor a través de su asesoramiento empresarial, financiero y corporativo para acelerar el crecimiento de las empresas participadas.
Inversor profesional no regulado: es un inversor a medio y largo plazo, suele estar vehiculados a través de una sociedad patrimonial o específica destinada a la realización de inversiones financieras, inmobiliarias, empresariales, etc. La involucración del mismo en las participadas dependerá de su perfil y política de actuación. Algunos de estos perfiles son Family office, sociedades de inversión no reguladas por la CNMV, aceleradoras, entre otros.
Inversor industrial: es un inversor focalizado más a largo plazo, estratégico y que suele aportar valor en la fase de industrialización y comercialización de la compañía. Las sinergias y la integración de las actividades entre las partes, suele ser un factor muy relevante para este perfil inversor, el cual podría incluso buscar o exigir el control sobre la gestión de la empresa en la que ha invertido. Otro modelo que se está implantando es el Corporate Venturing, donde grandes empresas invierten en nuevas empresas con sinergias en busca de innovaciones.
Inversor no profesional: es un inversor a medio y largo plazo, no profesionalizado debido a que suelen ser personas físicas cercanas a los socios fundadores tales como amigos, familiares, conocidos, etc. o también pudiendo ser los llamados business angels, personas físicas o jurídicas que suelen invertir en sectores o tecnologías en las que tienen un cierto conocimiento y experiencia.
En función de la estrategia futura de la spin-off y acorde con el perfil inversor escogido será más fácil o no llegar a un acuerdo para alinear los intereses entre ambos.
La situación económica del momento, junto con la tendencia alcista a la creación de nuevas empresas tecnológicas, está creando un ambiente de emprendimiento e innovación muy atractivo para muchos de estos inversores, los cuales buscan oportunidades de inversión como alternativa a los productos financieros más tradicionales.
Por este motivo, vale la pena mencionar algunos temas relevantes a tener en cuenta sobre este tipo de operaciones de inversión. Tras analizar los factores de éxito mencionados con anterioridad, éstos serán la clave para determinar el potencial crecimiento y por tanto la potencial rentabilidad estimada a medio y largo plazo. Por lo que invertir en estas empresas en fases iniciales, implicaría asumir más riesgos tecnológicos y empresariales para obtener un mayor potencial de crecimiento y, por ende, implicaría obtener un rendimiento mayor si se cumplen los objetivos esperados. Sin embargo, la inexperiencia en la gestión empresarial se presenta como hándicap para estas operaciones, por lo que se debe tener en consideración para cubrir o compensar las carencias detectadas al respecto. Aunque la tecnología sea muy disruptiva, competitiva, consistente y esté muy bien protegida, una mala gestión empresarial puede llevar a la empresa a una situación de fallida.
No obstante, la combinación de socios tecnológicos, financieros y/o empresariales o industriales con un perfil de implicación y de aportación de valor, puede ser el cóctel perfecto para impulsar rápidamente a la spin-off a la conquista de sus mercados, posicionando así la tecnología disruptiva e innovadora en su sector.
Pero conseguir un encaje óptimo entre socios fundadores y nuevos inversores de perfil estratégico, no será tarea fácil y se debe estar preparado. En la mayoría de estas operaciones de inversión suelen surgir desacuerdos o conflictos entre las partes a la hora de formalizar sus relaciones, entre éstos destacamos los siguientes: – Uno de los primeros desacuerdos suele ser la valoración de la compañía. Esto es debido principalmente a varios motivos:
1) Complejidad de la valoración en fases iniciales sin histórico empresarial y con altos riesgos asociados
2) Dificultad en determinar un valor adecuado de la nueva tecnología desarrollada
3) Desconocimiento respecto a las metodologías de valoración existentes y recomendadas por los expertos,
4) Cierta aversión a la pérdida porcentual por parte de los socios fundadores, etc.
Sin embargo, existen soluciones y métodos para ajustar estas valoraciones, acorde con el valor actual y futuro de la compañía, sin provocar importantes sacrificios porcentuales y apostando por el potencial crecimiento de la compañía. – Otros conflictos o desacuerdos a posteriori, suelen producirse en el contrato de socios y de inversión, documento jurídico más sensible con algunos aspectos relevantes entre las partes, sobre todo si el perfil inversor requiere de determinadas cláusulas necesarias para su inversión. Las negociaciones y el equilibrio entre las partes, suelen llevar a la operación a buen puerto.
Como conclusión, nos encontramos en un buen momento para impulsar las inversiones públicas y privadas en este perfil de empresas, gracias a la excelencia en la investigación, los nuevos mecanismos de transferencia tecnológica y el ecosistema emprendedor en nuestro territorio, los cuales han de favorecer a la incorporación de nuevas y revolucionarias tecnologías más competitivas, que mejoren nuestra calidad de vida y sean respetuosas con nuestro planeta.
Patricia Layola
Co-fundadora y Directora de Inversiones de VICTORIA Venture Capital SCR-Pyme S.A.